El origen de los microorganismos

Gracias a su descubrimiento de la asimetría molecular y otros valiosos aportes, en 1854 Louis Pasteur fue nombrado decano de la Facultad de Ciencias de la ciudad francesa de Lille. Poco después, en 1857, asumió como director de estudios científicos de la Escuela Normal Superior, donde él mismo había cursado.

Durante esos primeros años de su carrea, la química era, para Pasteur, un campo vasto en el que buscaba tanto aportar conocimientos básicos —como en el caso de la quiralidad molecular— como también otros aplicados a la resolución de problemas que existían en su época.

Para entonces, la química era una ciencia relativamente nueva. Si bien las primeras ideas surgieron con Aristóteles, había sido recién en los siglos XVI y XVII que comenzó a desarrollarse de la mano de la alquimia. Esta disciplina tenía como fin buscar un método que hiciera posible transformar los metales en oro, y quienes se dedicaron a esa tarea aportaron los conocimientos que sentaron las bases para una futura química experimental.

La química más parecida a la que conocemos hoy empezó a desarrollarse en el siglo XVII, por lo que no es de extrañar que, en el siglo XIX, Pasteur tuviera aún muchas cosas por descubrir y otras para refutar. 

Una de estas últimas, por ejemplo, fue desterrar una idea descrita ya por Aristóteles, que había sido sostenida durante siglos por pensadores reconocidos como René Descartes, Francis Bacon e Isaac Newton, entre otros.

Se trataba de la llamada Teoría de la Generación Espontánea, que postulaba que ciertos seres vivos (sobre todo insectos y pequeños animales) surgían naturalmente de objetos sin vida. Por ejemplo, la gente pensaba que las pulgas aparecían del polvo acumulado, que las moscas o gusanos nacían de manera natural de la carne muerta, o que los ratones surgían de la basura o de restos de cosechas.

Antes de Pasteur, algunos científicos ya habían puesto en duda esta teoría —como Francesco Redi (1626-1697) y Lazzaro Spallanzani (1729-1801)— e incluso habían llegado a hacer experimentos que mostraban su debilidad. Por ejemplo, llegaron a demostrar que las moscas se posaban en la carne, depositaban huevos invisibles al ojo humano y de allí surgían larvas que luego se transformaban en moscas. Pero Pasteur avanzó al probar que la descomposición o modificación de ciertas sustancias, como los alimentos, se debía a la acción de microorganismos invisibles que están en el aire, se depositan sobre la comida, crecen y se multiplican, y luego dan lugar a la aparición de moscas u otros animales.

Así fue que, recién a mediados del siglo XIX —2.000 años después de Aristóteles—, Pasteur se embarcó en un experimento que logró mostrar que la teoría era una falacia, y postuló que todo ser vivo proviene de otro ya existente. De allí la frase en latín que usó Francesco Redi: Omne vivum ex vivo ("Todo vivo procede de la vida"). En particular, Pasteur probó esa afirmación mostrando la existencia de los gérmenes en el aire.

En ese momento —a fines de la década de 1850—, la comunidad científica estaba dividida entre quienes creían que en el aire y sobre los objetos había sustancias que eran responsables de la descomposición de los alimentos, y del otro lado quienes adherían a la teoría de la generación espontánea. En 1862, la Academia de Ciencias de París trató de poner fin a la disputa y ofreció un premio a quien probara, con experimentos, quién estaba en lo cierto. Después de algunas pujas y protestas de parte de quienes apoyaban la teoría de generación espontánea —encabezados por el naturalista Félix-Archimède Pouchet—, Pasteur diseñó un experimento para comprobar su postulado.

En su laboratorio tomó dos recipientes de vidrio con un cuello delgado, largo y curvado, y en cada uno colocó caldo de carne hervido. La elección del recipiente respondía a que la forma del cuello iba a dificultar el paso del aire hacia el interior, por lo que el líquido tendría casi nulo contacto con el exterior.

Pasteur dejó pasar unos días, y al cabo de un tiempo observó que los líquidos no mostraban cambios. Entonces, rompió el cuello de uno de los recipientes para que el líquido estuviera en contacto con el aire y volvió a esperar unos días. Como resultado, el líquido contenido en el recipiente con el cuello intacto seguía sin mostrar cambios, mientras que en el recipiente sin el cuello se habían desarrollado colonias de microorganismos.

De esta manera, Pasteur mostró que los microorganismos no se formaban espontáneamente en el interior del caldo, sino que se desarrollaban a partir de otras formas de vida invisibles presentes en el aire, que a la larga eran los encargados de descomponer la sustancia.

Así, Pasteur había empezado el camino para proponer la Teoría Microbiana de las Enfermedades, que aún iba a mostrar aplicaciones en diferentes ámbitos, desde la industria del vino hasta la medicina.